Verde

Los días nunca fueron los mismos después de éso. Él se envolvió en una manta con olor a viejo y se sentó en el piso abrazando sus piernas. Parecía que se hundiría en la madera, ¿pero eso qué importaba? horas y horas, o ya fuera del tiempo. Los pasos torpes aún repicaban en el piso de arriba ¡todavía! uno y el otro, como fósforos infernales. Los escuchaba y empezaba a mecerse para atrás y adelante, los oídos tapados con las manos. Los oía, se imaginaba las grietas de la madera y el color de sus zapatos: verde manzana, de taco bajo, burlescos. Arriba rompiendo. No comía, nadie venía a la casa y estaba tan asustado que permanecía despierto el día entero. Su cuerpo era un hierro que de vez en cuando todavía tiritaba. Y durante esos tiempos inertes, sobrevino.
La manta tiraba tufo a muerto ¿lo estaba? Del piso se levantó una burbuja opaca y gelatinosa, pero aún blanca y fuerte. Se empezó a amontonar entre las piernas tapadas y de a poco le fue dando envión ¡arriba! ¡arriba! ¡Arriba! le hizo atravesar el piso de arriba con la cabeza, las maderas viejas se desparramaron a los costados, el cuerpo, los pies vinieron después. Impulso de estratósfera, no zapatos, no, no verde, no. Rompió el techo y salió disparado al aire de la noche, nube, luna, estrella. El último piso estaba vacío.



Por Ulls